Quiénes Somos
En lo alto del Albaicín, antiguo barrio de Granada, como una lámpara que ilumina la ciudad, encontramos el Monasterio de Santa Isabel la Real.
Somos una comunidad de hermanas Clarisas que, en lo escondido de la clausura, nos dedicamos plenamente a la búsqueda y contemplación del rostro del Señor.
Pertenecemos a la II Orden de San Francisco, también conocida como Orden de las Hermanas Pobres de Santa Clara.
Nuestra forma de vida consiste en seguir el Santo Evangelio, viviendo en obediencia, en desapropio, en castidad y en clausura. Conforme a los deseos de nuestra Madre Santa Clara, procuramos ser espejo y ejemplo para los que viven en el mundo y luz ante los hombres para que éstos glorifiquen al Padre que está en los cielos.
Conscientes de que nuestra experiencia contemplativa es patrimonio de la Iglesia y de toda la humanidad, deseamos ayudar con nuestras oraciones, con el afecto de humilde caridad, con obras y palabras a todos los que se acercan a nuestro monasterio, compartiendo con ellos lo que liberalmente nos da la mesa del Señor.
En el momento presente, nuestro Monasterio, que conserva una rica tradición histórica y artística, es ante todo un lugar de silencio habitado por la presencia de Dios y por una comunidad de hermanas de diversas edades y procedencias.
“Dios y sólo Dios es el origen de nuestra peculiar vocación contemplativa”.
El día a día de nuestra vida está configurado por la oración, la fraternidad y el trabajo.
La oración como encuentro contemplativo con Jesús se prolonga en nuestra vida cotidiana: en nuestra pobreza, en el trabajo, en la vida de humildad, en las pruebas, en todos los acontecimientos, en las relaciones con las personas e incluso con las criaturas irracionales.
Es decir, todo debe proporcionarnos la ocasión de mantener y fomentar el espíritu de oración y devoción. Motor indiscutible de nuestra vida de oración es la celebración litúrgica que tiene como corazón la Eucaristía y como columna vertebral la Liturgia de las Horas, “consagrando el curso entero del día y de la noche”.
Por medio de la Gracia que se derrama en la Sagrada Liturgia, las hermanas de Santa Clara nos hacemos un solo corazón por el amor.
“La comunión fraterna, elemento esencial de la forma de vida de las Hermanas Pobres, es suscitada, alimentada y vivificada por el Espíritu. Por eso, amándonos mutuamente por el amor de Cristo y guardando entre todas la unidad del mutuo amor, que es el vínculo de perfección, continuamos con empeño la experiencia de la primitiva fraternidad franciscana”.
San Francisco y Santa Clara consideraron el trabajo como un don de Dios y lo llamaron Gracia. Las hermanas cumplimos la ley común del trabajo como participación en la obra creadora y redentora de Dios. El trabajo es necesario para el equilibrio y la elevación de la vida espiritual, pues la ociosidad es enemiga del alma. Preferimos, según la tradición de la Orden, el trabajo en común.
Nuestra comunidad actualmente se dedica a los trabajos propios del cuidado y mantenimiento del edificio, la huerta, la encuadernación y la elaboración de dulces artesanos, etc.