Fundacion Monasterio - Santa Isabel la Real en Granada

Historia

El Monasterio de Santa Isabel la Real de Granada fue fundado por los Reyes Católicos mediante Carta de Privilegio el 15 de Mayo de 1501.

 

Arte Reyes Catolicos

Reyes Católicos – Capilla Real de Granada

Escudo Real de EspañaEscudo de los Reyes Católicos – Claustro del Monasterio
 
 
 
 
 
 

 

 

 

Nuestro Monasterio debe su existencia al celo cristianizador de la Reina Isabel la Católica, a su visión de fe de los hechos históricos y a su particular devoción a San Francisco de Asís y a Santa Clara que le llevó a ser Terciaria Franciscana y pedir ser enterrada con el hábito de la Orden Franciscana.

 

 

Retrato Santa Clara

Dedicado a Santa Isabel de Hungría y erigido en la Alhambra, el Monasterio estaba pensado en un principio para albergar veinte religiosas. Para ello los monarcas habían firmado, el 20 de marzo anterior, la correspondiente albalá por un importe de doscientos mil maravedíes.
 

El 15 de Septiembre de 1504, los Reyes Católicos emiten una nueva Carta de Privilegio y Confirmación del Monasterio de Santa Isabel la Real de Granada situado en la Alhambra en la que se reafirman los privilegios concedidos por la Carta de 1501, pero el número de monjas que debía residir en él se duplicaba, de 20 ascendía a 40.
 
 

El lugar escogido para la fundación estaba situado en el recinto de la Alhambra, al final de la llamada Calle Real desde la reconquista y junto a la que entonces era la Iglesia Catedral y la vivienda del Arzobispo fray Hernando de Talavera; se trataba del terreno de un antiguo palacio nazarí edificado a comienzos del s. XIV bajo el reinado de Muhammad III.

 

Monasterio las Clarisas

 

La ampliación referida del número de religiosas exigida por los documentos reales de 1504, el traslado de la Catedral y la erección del convento de la I Orden de San Francisco determinaron el traslado del Monasterio de Santa Isabel la Real desde la Alhambra hasta el Albaicín. El lugar elegido para el asiento definitivo del Monasterio fue el palacete nazarí de Dar-al-horra, que había sido residencia de la madre de Boabdil.

 

 

Al palacete, de dimensiones relativamente reducidas, se le irán adosando otras propiedades anejas para poder labrar el nuevo Monasterio según las necesidades requeridas. Algunas de ellas fueron compradas por la misma Reina Católica o por nuestra fundadora. De esta forma se fueron construyendo las distintas dependencias: iglesia, coros, claustros…

 

 

cuadro fundadoras

La Reina Isabel, fiel a su plan de reforma de la Iglesia, eligió como fundadora a una persona que por su forma de vida le daba suficientes garantías de madura fe cristiana: Dª Teresa de Torres, viuda del Condestable D. Miguel Lucas de Iranzo, que en este momento era monja profesa en el Monasterio de Écija con el nombre de Sor Luisa de la Cruz.

 

 

Nuestras hermanas, desde que fue fundado el Monasterio de Santa Isabel la Real hasta el presente y de forma ininterrumpida, han vivido, conservado y muerto en este “encierro”. De las 40 monjas establecidas en la fundación, irán aumentando paulatinamente hasta llegar en el primer tercio del s. XVII a casi un centenar. Ésta será la época de máxima población en el monasterio.

 

 

Para el resto del s. XVII tenemos una comunidad bastante estable que se sitúa alrededor de 70 hermanas. El s. XVIII comenzará con 57 e irá disminuyendo poco a poco hasta terminar dicho siglo con 38 hermanas.

 

 

En el s. XIX encontraremos bastantes fluctuaciones, consecuencia de las avatares políticos, particularmente la invasión francesa y los sucesivos autodenominados sorprendentemente gobiernos “liberales” que favorecieron las secularizaciones, expropiaron bienes y prohibieron la entrada de novicias. El s. XX será el que verá los valores más bajos entre los años ochenta y noventa cuando en el Monasterio no vivían más de 7 o incluso 5 monjas; sin embargo debemos resaltar que sobre los años cuarenta había más de 15 y a partir del año 2000, cuando había 10 religiosas profesas, el número ha ido paulatinamente en aumento hasta la veintena actual.

 

 

Estos datos sobre el número de hermanas que integran la comunidad se verán alterados notablemente de forma puntual en los momentos en que las autoridades civiles decidieran el cierre de conventos (invasión francesa, gobiernos “liberales” del XIX y la segunda república) y obligaran a sus comunidades a reunificarse.

 

 

Por la estructura de Sta. Isabel la Real nuestro monasterio siempre permaneció como tal y abrió sus puertas a las comunidades suprimidas; sólo un ejemplo: en 1810 y durante tres años, en Sta. Isabel se reunieron, junto a la comunidad propia, las de los conventos de Ntra. Sra. de los Ángeles y de la Purísima Concepción, ambos de la ciudad de Granada, en definitiva la comunidad de monjas profesas pasó, de la noche a la mañana, de 35 a 77 con todas las dificultades que fácilmente se pueden suponer.

 

 

Pero no son los números los que definen la comunidad de clarisas de Sta. Isabel la Real, sino las personas. A lo largo de los cinco siglos de su fundación son muchas las hermanas que han entregado su vida en esta casa. Algunas de ellas son recordadas por su oficio de Abadesa. Pero son muchas más las que han dejado huella en nuestra historia por diversos motivos, fundamentalmente por su seguimiento a Cristo pobre y humilde mediante una vida silenciosa, fraterna, escondida, ofrecida hasta la muerte por amor a Dios y a la Humanidad.

 

 

 

Otro de los aspectos de nuestra casa es “la mucha necesidad” en la que siempre han vivido las hermanas. Cuando eran muchas, porque eran muchas las bocas que alimentar; y cuando eran pocas, porque se hacía dificilísimo mantener un monasterio tan grande con tan poquísimos recursos.

 

 

Y aunque desde el principio (hasta 1968 cuando se volvió a la Primera Regla de Sta. Clara) profesaban según la regla del Papa Urbano IV que permitía a los monasterios de clarisas tener propiedades, tuvieron siempre dos dificultades graves: la relación con el patronato real y el desempeño de los administradores del Monasterio.

 

 

Terminamos este resumen histórico dejando constancia del esfuerzo continuo de la comunidad, a lo largo de la vida de nuestro Monasterio, por reconducir la vida claustral al diseño original de nuestra Espiritualidad Franciscana. Referimos tres ejemplos:
 

libromonja

 

 

 

 

 

 

El primero es su clara posición “inmaculista” desde los primeros tiempos de la fundación. Testimonio claro de esto es la inclusión del “voto de sangre” en la fórmula de profesión religiosa; tal como lo encontramos en un libro manuscrito en pergamino que contiene la Regla de Urbano IV, donde en la última página y en la contraportada existe el texto de la Profesión Solemne según la fórmula de Urbano IV con la inclusión de dicho voto. Se trata, sin duda, de un texto ritual usado antes y después de la definición dogmática de la Inmaculada, por lo menos desde el s. XVII.

 

 

El segundo ejemplo que deseamos traer a colación son los continuos esfuerzos llevados a cabo en nuestro Monasterio por el retorno a la “vida común”. Las causas que han llevado a lo largo de los siglos a rechazar la “vida común” han sido diversas: la propia debilidad humana, la dificultad de sobrevivir cómodamente en conventos particularmente empobrecidos, la influencia del ambiente secular (ambiente social mundanizado, vicisitudes políticas, desórdenes bélicos), la poca idoneidad de las vocaciones, etc.

 
 

Las hermanas de Sta. Isabel la Real han visto en varios momentos, a lo largo de los siglos de su existencia, la relajación de la vida religiosa y el posterior esfuerzo por ajustarse a su Regla y Constituciones retornando, entre otros asuntos, a la “vida común”. El último intento, que durará hasta nuestros días, será en 1882, siendo Abadesa en ese momento la Madre Sor María de la Cruz Pérez.

 

 

Finalmente, el tercero y último ejemplo al que queremos referirnos nos lleva a 1968.
 
 

El Monasterio de Sta. Isabel la Real fue erigido al principio del s. XVI, según la costumbre ordinaria de la época, ajustándose a la Regla de Urbano IV para las Clarisas. Esta Regla, mucho más detallada que la escrita por Sta. Clara y con un carácter mucho más jurídico, se distingue especialmente por aceptar que los monasterios puedan tener propiedades y administrarlas.

 
 

Por este último aspecto, todas las reformas que se han sucedido en la historia (descalzas, coletinas, etc.) han deseado recuperar el “privilegio de la pobreza” de la Santa Madre; pero para la inmensa mayoría de los monasterios de Clarisas urbanistas pasar a la I Regla de Sta. Clara fue siempre un sueño muchas veces impedido por las circunstancias o por las autoridades eclesiásticas.

 
 

Nuestro Monasterio alcanzó este “sueño” el 13 de octubre de 1968, puesto que se había “recibido el rescripto… el día 3 de septiembre con la gracia solicitada de pasar a la primera regla de nuestra Madre Sta. Clara…, después de ocho días de ejercicios espirituales, se llevó a cabo la profesión” de la I Regla.